Como si Pasolini hubiese rodado un capítulo de la Revolución Francesa a ritmo de Patti Smith y el punk de los 60 y 70. Una obra de profunda belleza y luminosidad presentada en la Sección ACID del Festival de Cannes
Nos situamos al 1792, en medio de la Revolución Francesa, pero lejos del furor y la furia de París. El monje Gabriel vive con sus compañeros de orden en un convento cerca de la frontera con Italia. La quietud y la rutina de los eclesiásticos se rompen con la llegada de unos soldados y de la joven Marianne. En secuencias de gran belleza y sensualidad, en medio de un paisaje de olivos, Gabriel descubre su identidad. "Un violento deseo de felicidad" plantea cuestiones atemporales como por ejemplo, salir de los caminos establecidos o la investigación de la plenitud; es por eso que nos habla del antes y del ahora, de la Revolución y las revoluciones, de los personajes, pero también de nosotros. (D'A)