Una de las películas más recordadas de la exquisita filmografía de Kenji Mizoguchi, que obtuvo el León de Plata en el Festival de Venecia por su abrumadora y fluida apuesta formal, tan característica de su estilo sobrio y evocador. Mizoguchi explora a través del tiempo feudal las dinámicas del Japón moderno.
En el siglo XII, la esposa de un gobernador y sus hijos son apartados de este. Mientras la mujer es deportada a una isla para ejercer la prostitución, los hijos son enviados a un campo de esclavos donde el temible intendente Sansho gobierna con mano firme.